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Textos Cuentos 28-04-2020

Buen día para morir en Peary

  I

Podría quitarme la vida en este momento y no habría diferencia, a nadie le importaría, sólo le importaría perder su carguero a la corporación, pf... que fastidio, pero no quiero dejar problemas, hay gente que sí quiere vivir que depende de los suministros que transporto.

—Aproximación a Peary 0017. —El anuncio apareció en la pantalla holográfica.

—Torre de control aquí el carguero CL-7527, solicito permiso para aterrizar.

—Carguero CL-7527, aquí Torre de control, permiso concedido, dirija su nave a la pista C-1, enviando coordenadas y protocolos de seguridad.

—Recibido, cargando protocolos e iniciando piloto automático para el alunizaje.

—Enterado, Torre de control cambio y fuera.

—Carguero CL-7527 fuera.

—Camioneros espaciales, sólo somos camioneros espaciales. Todo por no poder estudiar Ingeniería cuántica. —Pensó José mientras apretaba el puño con frustración.

En pantalla aparecían las mediciones y el panel de control se hacía cargo automáticamente del descenso. Por fin llegaba el turno para que él pudiera tener algo de acción después de 18 horas de viaje, la inteligencia artificial se hacía cargo de todo, él sólo tomaba notas de vez en vez, ahora, debía revisar con anticipación la lista de eventos que realizaría la IA antes de alunizar y verificar que todos los pasos fueran seguros.

20 minutos más tarde había alunizado y el personal de la base tomaba el control del carguero.

—Capitán Alcalá José, queda en descanso, preséntese en el hangar B002 a las 8000 horas. Bienvenido a Peary 0017. —Escuchó José por su auricular. No hubo contacto con otro ser humano, tan sólo las frías instrucciones a través del auricular y nada más.

—Gracias. —Dijo con desánimo y cortó la comunicación.

La luna no era su lugar favorito, había crecido en la selva tailandesa en contacto con la naturaleza, el espacio le parecía muy frío. Durante el trayecto desde las plataformas de aterrizaje y la base lunar regularmente eran bulliciosas, en condiciones normales la tripulación comentaría una que otra cosa, harían chistes o se lanzarían indirectas, pero en esta misión la única tripulación sería él.

—Dioses, estos pasillos son muy lúgubres y no lo había notado, es un ataúd gigantesco.

—¡Con permiso, abra paso! — La voz lo sacó de sus pensamientos depresivos, cuatro individuos custodiaban una cápsula de escape y al parecer llevaban algo de prisa.

—¡Wow! —Un escalofrío recorrió su espalda mientras se hacía a un lado. —Creo que no había visto nunca un espectáculo como ese —pensó— ¿qué será peor, morir congelado o morir asfixiado e inmóvil?

—Los paramédicos se alejaban rápidamente con la cápsula y pronto se perderían en uno de los pasillos. José se dirigió al dormitorio, rumeando sus pensamientos.

 

II

—¡Torre de control, auxilio, auxilio, la nave no responde, el piloto automático enloqueció, estamos en ruta de colisión directo en la ciudad! Los reactores no responden, no podemos apagarlos ni podemos iniciar los motores de retropropulsión. ¡Evacúen la ciudad! Auxilio, por favor, Auxilio.

El enorme carguero se dirigía a gran velocidad, las alarmas dentro de la nave eran atronadoras, en pocos segundos entraba en el espacio de seguridad de la ciudad lunar, el inminente choque ponía en peligro cientos de vidas inocentes.

—¡Nooooooo! —Gritó José y se incorporó despertando de su pesadilla.

Sentía una presión en el pecho que le quitaba el aliento, la angustia carcomía su cerebro, poco a poco fue cayendo en cuenta de la realidad, sólo había sido un mal sueño. Temblaba todo su cuerpo, la tensión era tal que sus articulaciones crujían al intentar moverse. Poco a poco empezó a relajarse y tuvo la fuerza para sentarse dentro de su cabina de sueño.

—¿Todo bien señor Alcalá? —Preguntó la voz cibernética de una mujer— ¿Ha tenido un mal sueño?

Al momento se activó el servicio de líquido llenando un recipiente con agua, el chasquido del corte del chorro y la luz verde del compartimiento indicaban que podía tomar el contenedor.

José estiró la mano un poco y tomó el recipiente, dio un largo sorbo y lentamente el frescor del líquido fue pasando por su tráquea, asentando las ideas. La cabeza comenzó a despejarse y las terribles visiones de la pesadilla comenzaban a diluirse.

—Gracias por el agua Pam. —Dijo en voz alta.

—De nada señor. ¿Hay algo más en lo que le pueda ayudar?

—No, estoy bien, sólo fue una pesadilla.

—¿Le gustaría contármela?

—No, no tiene mucho sentido, sólo fue la angustia de que algún día el piloto automático falle y cree una catástrofe. Últimamente esa idea me persigue frecuentemente.

—Entiendo señor. Quedará archivado en la memoria y pasaré el reporte a los especialistas para que lo valoren antes de atender su siguiente trabajo. Su seguridad es para nosotros una prioridad.

—Gracias Pam. —Dijo suavemente.

En su interior se abría el pozo del desánimo, sabía que él no importaba un carajo, lo que importaba era que no fuera a arruinar las cosas y que el valioso cargamento de la "empresa" se dañara. Él era sólo una tuerca más, no era nadie, no era nada, lo que importaba era la empresa y los millones que él producía para ella.

 

Eran las 2350 horas, se recostó nuevamente, la luz azul tenue del cuarto de sueño lo envolvía, en su cabeza aún repasaba algunos fragmentos de la angustiosa pesadilla. Respiró profundamente tratando de llegar a las 30 respiraciones, pero su mente se dispersaba, la angustia y el desasosiego de su soledad lo distraían.

—Señor: ¿Desea que active el protocolo de descanso asistido? Su siguiente misión es a las 8000 horas, aún no ha descansado lo suficiente.

—No, gracias Pam, revisaré mi correspondencia, comúnmente es muy aburrida, seguramente eso hará que me quede dormido pronto.

—Entendido señor, descanse.

—Gracias... ah Pam, por favor coloca el respaldo en posición de lectura.

—Con todo gusto señor.

José tomó la tableta al tiempo que se ajustaba su respaldo. Una vez acomodado comenzó a bobear en sus redes sociales, pero el sentimiento era el mismo, desasosiego, nada iba bien, lo que le hacía reír a duras penas retenía su atención, un artículo sobre el avance de la terraformación de Marte fue lo poco que pudo tenerlo entretenido más de 5 minutos, las imágenes de su pesadilla aún rondaban por su cabeza.

—Ingeniería cuántica, todo sería mucho mejor si hubiese estudiado, no estaría atrapado en estas latas, gigantescas fosas comunes de muertos vivientes.

Las lágrimas se agolpaban en sus ojos y no pudo contener el llanto. Su frustración por la soledad y por no estar en campo abierto se había acentuado con la recurrencia de la pesadilla. No podía renunciar a su trabajo, por un lado, necesitaba el dinero para ayudar a su familia, y por otro, sus ganas de estudiar lo habían colocado en la increíblemente diminuta élite que estaba capacitada para manejar un carguero de la familia CL-7500, el carguero más grande y con menor tripulación que había en el momento, lo cual hacía muy difícil que la "Empresa" lo quisiera dejar ir, habían "invertido" mucho en su educación, harían cualquier cosa, por que éste se quedara con ellos, incluso amenazar a su familia.

Al poco tiempo el cansancio de la tensión lo venció y se quedó dormido, un poco ayudado también por el gas somnífero que la computadora había liberado como protocolo de descanso asistido, el cual se activaba automáticamente tras un periodo límite para que los desvelos de los pilotos no afectaran las actividades de la "Empresa".

 

III

—Buenos días, señor, es hora de levantarse.

—Las luces se encendieron por completo y la temperatura de la cámara descendió promoviendo que el frío motivara a despertar a José.

—¿Buenos días?  —Dijo perezosamente y desorientado aún por el químico. El respaldo se levantaba al tiempo que José llevaba sus manos a la cabeza, una leve jaqueca punzaba en sus sienes.

—Maldita sea —Pensaba— activaron el sueño asistido, esos putos químicos me fastidian la cabeza.

—Pam —dijo en voz alta— ya he retirado mis prendas, reclina el asiento y activa la secuencia de limpieza corporal.

—Iniciando secuencia en 10 segundos.

José se recostó cerrando los ojos, al poco tiempo, un ligero baño de vapor recorrió su cuerpo dándole una sensación cálida.

—Es por poco, uno de esos breves momentos en que la vida es menos fría, aun así, me encantaría darme un baño de agua caliente en alguna terma.  En verdad odio este trabajo.

Poco a poco regresaba el desasosiego, sus ojos perdían vida, entraba en modo androide sólo para cumplir con su misión, anhelando que pronto le dieran una prórroga en la Tierra.

"Beep", sonó la alarma de término veinte segundos después de haber iniciado. Al mismo tiempo se abría la compuerta con su muda de ropa. José se vestiría su típico overol azul marino que tenía su nombre bordado en una etiqueta a la altura del pecho izquierdo, se lo vestiría trabajosamente con todas las libertades que le permitía su hábitat, que para él siempre le parecía un diminuto mausoleo.

—Apertura de puertas en 30 segundos. Su desayuno lo espera en el salón comunitario.

—Gracias Pam, como siempre eres un amor.

—El amor no es para las máquinas señor.

—Justo a eso me refería Pam.

—No lo entiendo señor.

—No tienes que hacerlo Pam.

En ese momento se abrían las compuertas, poco a poco el bullicio de la sala dormitorio llenaba los oídos de José.

—Ojalá y no haya huevos revueltos para desayunar —pensaba—, son terribles, son como un escupitajo revuelto con aserrín. 

El estómago se le revolvió un poco sólo de pensar tener que comer esa porquería. Casi por instinto buscó con la mirada los sanitarios, pero sólo se encontró con las paredes blancas con refuerzos de metal y las escotillas de los dormitorios. Al tiempo que caminaba se abrió una escotilla unos pasos más adelante, regresándolo a la realidad.

—¡José, Pepe! ¡Loados los dioses todos! ¿Cómo estás, vas al desayunador?

—Hola Andrew, sí, justo hacia allá voy.

—¿Te molesta si te acompaño?

—No, en lo absoluto, creo que me vendría bien un poco de charla, trabajar junto a una inteligencia artificial no es lo más social que puedes encontrar en el espacio.

—¡Dichoso tú, JAJAJA! No tienes que aguantar el parloteo incesante del área de operaciones, allá sí que te lleva el diablo, terminas S O R D O, tanto, que para desahogarte conviene ponerte tu traje espacial y salir un rato a la superficie lunar.

—¿Todavía les permiten hacer eso?

—Nah que va, ya sabes, a la empresa no le gusta gastar de más, pero de vez en cuando nos inventamos algún trabajo al exterior para poder descansar del ruido.

—Sí, te entiendo, pero sabes, a veces extraño el bullicio, últimamente todo está muerto durante los viajes.

—¡Anímate viejo! Tú eres el Rockstar de las naves espaciales, no solo eres un excelente piloto, todos quisieran tener tu puesto y comandar uno de esos cargueros tan imponentes, con toda esa tecnología.

—¡Pues si quieren les cambio el puesto!

—Nah, no digas eso, estoy seguro que eres el único que está capacitado para esa tarea. ¡Eres brillante, amigo!

—Si fuere brillante hubiera sido Ingeniero cuántico —Una leve irritación recorrió su corazón, que le hizo encrispar su puño.

—Ingeniero cuántico, ingeniero cuántico... ¡Todo mundo quiere ser eso! Pero sabes, la vida no se limita a las profesiones más solicitadas. ¡En la fiebre del oro el que se hace rico es el que vende las palas! Y tú, amigo, eres justo esa persona, uno de los grandes diseñadores de inteligencia artificial.

—Gracias por darme ánimos, pero sigo pensando que podría haber llegado más lejos si hubiere estudiado Ingeniería cuántica.

—¡Lo único que te va a llevar lejos es el amor amigo, eso o una buena pastilla para volar! ¡Hahahahaha!

Por fin José logró esbozar una leve sonrisa, Andrew era un buen amigo, muy jocoso, justo el tipo de personas que extrañaba de su tierra. Un asomo de tristeza intentó nublar su corazón, hacía tiempo que no se relacionaba con alguien, ese sentimiento extraño que ocurría sólo a aquellos que tenían tiempo para socializar, pero él, desde hacía años se había alejado de ese sentimiento de pertenencia por enfocarse en sus estudios.

Al poco tiempo estaban en el comedor, el bullicio le pareció levemente reconfortante. El espacio era medianamente amplio, tenía un poco de decoración, algunas holo-pinturas que mostraban momentos épicos de la colonización lunar, y en la holo-pantalla principal aparecía el cuadro de honor de los mejores pilotos espaciales.  Cuando estaban a punto de dirigirse a la cocina se escuchó un ligero zumbido en la muñeca de Andrew. Hizo un gesto rápido inclinando la cabeza hacia un lado para activar el comunicador, sus facciones negras refulgieron levemente con la luz.

—Andrew Cheznik reportándose... sí, enterado, estoy dirigiéndome hacia allá en este momento. Fuera.

¡Lo siento chico, tendré que dejarte! Me dio gusto verte, no te pierdas. ¡Sigue manejando ese carguero amigo, eres genial! —Dijo al tiempo que se alejaba.

Le dio muy poco tiempo a José para reaccionar, sólo pudo atinar levantando ligeramente la mano para despedirse, la partida tan abrupta le recordó la sensación de desarraigo, su corazón volvió a envolverse en la tristeza.

 

IV

—Oh, maldición... no hay huevos, pero hay algo mucho peor, budín de proteína, ¡Yu-ju! Incoloro, inoloro e insípido, el agua tiene más sabor que esa porquería. 

La ira de la impotencia se comenzaba a apoderar de él mientras seguía pensando a sus adentros —¿Qué he hecho a los dioses todos para que me odien tanto? —Cerró los ojos, colocó los codos sobre la mesa y con los puños crispados se agarraba la frente apretando los dientes, estuvo así unos instantes, percibió que alguien se sentaba frente a él, pero no tenía ganas de hablar con nadie, ni de ver a nadie.

—¡Mh, budín de proteína, mi favorito! —Dijo una voz frente a él.

—¿Pero que mierd... —Cuando José abrió los ojos, una corriente eléctrica le recorrió la nuca, quedó paralizado por unos ojos almendrados de un intenso verde olivo.

—¿Qué diablos le habrás hecho a los dioses para merecer esa porquería? ¡JA! ¡Bienvenido a la luna chico! Ten, toma este mango, lo guardé por si me encontraba con alguna pobre alma que lo necesitara más que yo. ¿Tú manejas ese carguero CL-7527?

—¿Que yo... qué... carguero... mango... O J O S... —José estaba en shock.

—¿Oye, estás bien? —preguntó ella.

—Pe... pee... ¡Perdón, sí, sí estoy bien, sí, yo solo... —El rubor se le subió a tope y su mente disparaba ráfagas de información inconexa, el corto circuito había sido profundo.

—Mango-carguero-yo-cuántico-ojos...

—¿Qué? —Ella no logró descifrar lo que sucedía, no notó cuando las mejillas de él se colorearon, era difícil apreciarlo en las personas morenas. 

—Hey, tranquilo muchacho, no muerdo. —Dijo al tiempo que le daba una palmadita en su mano.

El puro contacto desató un shock eléctrico en el cerebro de José, tan fuerte que lo terminó de fundir, hacía años que no sentía el contacto humano de esa manera, en sus más locos sueños imaginó que una mujer tan hermosa pudiere hablarle, y mucho menos tocarle. Sí, su cerebro colapsó en ese instante dejándolo en estado catatónico.

—José, José... ¡JOSÉ! —Lo llamó ella amagando una cachetada. Ya se había asustado de que el piloto no reaccionara.

—¡Qué! —Salía de su trance justo un instante antes para ver la palma acercándose a su cara. Un segundo después el dolor punzante se extendiera por su mejilla.

—¿Estás bien?  —Preguntó ella con cara asustada.

Aturdido agitaba su cabeza. 

—Sí, sí, perdona... Tienes la mano pesada. Auch.  —Se sobaba la mejilla.

—¿Qué te pasa chico? me asustaste.

Haciendo gala de todo su aplomo, se serenó y trató de responder de forma coherente.

—Sí... Perdona, estaba teniendo un mal momento, tu presencia me desconcertó, eres muy hermosa, tus divinos ojos me arrebataron el habla, y tu suave voz acarició mi corazón. No, yo no manejo el carguero CL, su IA lo hace, aunque está aún a prueba, yo la programé y me encargo de que esa cosa no se vuelva loca. ¿Cómo supiste mi nombre?

La respuesta de él la desconcertó, si fuere otra persona, hubiere huido al instante, pero había algo en él que le atraía, pero no identificaba que. —¿Mis ojos... divinos? —pensaba. 

—¿Hola? Preguntó él.

Fue el turno de que ella se sonrojara, sólo atinó a señalar la etiqueta del overol donde aparecía el nombre de José.

—Ah, claro, el overol, debí suponerlo. —Dijo José mientras sobaba su mejilla.

Se miraron fijamente a los ojos unos instantes que parecieron minutos, y ambos soltaron una carcajada al unísono.

—Hola, déjame empezar de nuevo. —Dijo ella. —Soy la capitana Jean Chan, y me dedico al transporte de materiales aquí en Peary. —Extendió la mano y se saludaron formalmente.

—Hola yo soy el capitán José Alcalá, soy de Tailandia y soy el "asistente" de la inteligencia artificial del carguero CL-7527.

—¿Asistente, por qué? Preguntó ella

—Asistente de la inteligencia artificial porque realmente no hago mucho, sólo la monitoreo para verificar que está tomando las decisiones correctas.

—¿Eso quiere decir que tú no la piloteas? —Preguntó ella y un cierto desencanto cruzó por sus ojos.

—No y sí, es muy difícil que una sola persona pudiera pilotar ese carguero, se necesita toda una tripulación, pero la inteligencia artificial está haciendo todo ese trabajo. Ya sabes, la "Empresa" intentando reducir gastos al máximo. Y digo que sí la piloteo, porque yo programé esa IA.

La cara de Jean se iluminó, le sorprendió que él sí pudiera pilotar el carguero, y más aún, que hubiere hecho el trabajo de tantas personas. José lo notó, y en ese momento, por primera vez, sintió que el esfuerzo de sus estudios valieron la pena.

Ella guardó silencio unos instantes y después su semblante se ensombreció un poco.

—Sí, te entiendo. —dijo ella— Me dan miedo las inteligencias artificiales, son en general muy seguras, pero hay cosas aquí en la luna, y en el espacio exterior, que no creo que las IA's entiendan bien, no saben cómo funcionan las cosas acá todavía, es eso, o los humanos somos muy impredecibles.

—No lo había pensado así... Creo que tienes razón, los humanos somos muy impredecibles y a final de cuentas, las Inteligencias artificiales se basan en los promedios de las decisiones que hacemos, y aunque ya tenemos tiempo en la colonia espacial, aun así, no han sido muchos los viajes interplanetarios. Lo tomaré en cuenta para revisar los cálculos y garantizar una mejor respuesta de la nave.

—También hay agentes externos, justo ayer apoyé en el rescate de un colega, al parecer un asteroide impactó su nave. Tuvo suerte de poder salir a tiempo.

—¡La cápsula que vi ayer! —dijo él— Nunca había visto una activa, me dio escalofrío.

—Meh, te acostumbras —dijo ella— aquí en la luna casi todo el tiempo vives en confinamiento, como verás no hay gente adulta por aquí, casi todos son jóvenes, la mayoría de los viejos no resistían estar atrapados y se regresaban a la tierra. En mi caso nací aquí, y lo disfruto mucho, aunque la mayor parte del tiempo estoy en mi nave.

—¿Cómo logras resistir la soledad? —preguntó él con los ojos como plato— Yo me estoy volviendo loco, estoy harto de mi trabajo, ansío regresar a la tierra, pero eso será imposible, la "Empresa" no me dejará libre nunca.

—¿Cómo puedes estar harto de pilotear esa súper nave? ¡Debe ser de lo más grandioso!

—Justo no lo es —dijo él apretando el puño— no tengo contacto físico con nadie, sólo miro instrucciones todo el tiempo, no tengo el tiempo de ver a mi familia o a mis amigos, la nave es una lata, un ataúd gigante. —Una lagrima asomó en sus ojos.

Ella guardó silencio un momento, lo abrazó con la mirada. Extendió su mano y agarró el puño de José acariciándolo en señal de apoyo. José por fin pudo soltar el llanto y desahogarse.

—Vamos chico, ánimo. No tengo una receta para resistir la soledad, simplemente soy así, me fascina pilotar, soy muy feliz haciéndolo. Cuando no estoy navegando suelo jugar o contactar con colegas y viejas amistades, o hacer nuevas, como ahorita. En la luna estamos acostumbrados a no volver a ver a la gente, muchos van y vienen, no solemos hacer relaciones duraderas, pero siempre estamos abiertos a conocer a los demás.

—Perdón el exabrupto —dijo él secándose las lágrimas.

—Nah, no te preocupes. Las lágrimas limpian los ojos, así podrás ver lo realmente espantosa que soy. —Dijo ella haciendo una mueca.

—Pues, si limpian los ojos, ahora veo a la mujer más hermosa que haya visto en mi vida.

Ella se ruborizó y él sonrió tímidamente mientras tomaba la mano que ella había puesto sobre él, y acercándola, dio un ligero beso en sus nudillos.

—Muchas gracias por estar aquí —dijo José en voz baja.

El gesto la dejó de una pieza, y una vez más se ruborizó.

—"Buzz, buzz" —Vibró la alarma en la otra muñeca de Jean, activó el visor haciendo el gesto de girar la muñeca colocando su palma hacia arriba rápidamente para recibir el mensaje. —Recoger suministros de la unidad industrial P-65. —Jean hizo otro gesto a la inversa para cerrar el mensaje.

—Chico, lo lamento, el deber me llama, debo recoger unos materiales —dijo mientras soltaba suavemente la mano de José.

—¿Cuánto tiempo estarás en la luna?

—No te preocupes, entiendo. —Dijo él.

—¿Cuánto estaré en la luna?... ¿Después de haberte conocido?  Toda la vida supongo. —Dijo José al momento que le hacía un guiño y le sonreía.

El guiño la tomó desprevenida nuevamente, su reacción interna le pareció cómica, entrecerró los ojos ladeando la cabeza y frunciendo el ceño, no sabía si sentirse molesta o halagada.

—No lo sé aún. —continuó José. —Mi siguiente misión es a las 8000, o sea en unos instantes, pero, contáctame, me dará gusto saber de ti. —Extendió su mano para despedirse, al hacerlo, los datos de contacto se transfirieron desde los sensores que ambos llevaban en sus pulseras.

Mientras ella se alejaba, José suspiraba fuertemente, esbozaba una sonrisa, su mente estaría ocupada un tiempo buscando maneras menos torpes para demostrarle a esa chica su afecto, a final de cuentas, tendría mucho tiempo para hacerlo, mientras fuera el asistente de la IA del carguero CL-7527. 






Agradecimientos a: Alina, Flor, Maki,  Angélica, Jennifer, Sofía, Eduardo,  David Z, David S. y todos la banda que escribe en silencio, quienes compartieron ideas y opiniónes sobre el proceso para llegar a éste texto. 


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